Yo, que me escupí en la cara, abusando de mí mismo...
Yo, que complací al cinismo, sobornando a quien me Amara.
Yo, exigente y despiadado con nadie como conmigo.
Yo, mi más cruento enemiga, mi juez y mí sentenciado.
Me levanté una mañana, cansada de no quererme,
de apagarme, oscurecerme, de que mi luz no brillara.
Vi en el espejo mis ojos, mirándome en mi mirada,
tantas veces empañada por mirarme con enojo.
Y me di ternura y vi, en ese rostro cansado, que me observaba extrañada, lo bello de lo que fui...
Me vi ante los que han sufrido, amparando el desamparo.
Me vi austero, pero honrada, me vi noble, me vi erguida y valiente.
Me vi alentanda a lo hermoso, me vi reparando heridas.
Me vi siempre agradecida, sincera, ingenua y gozosa.
Me vi venciendo al abismo, sin mancha, ni cicatriz.
Y quise hacerme feliz, honrando que soy yo mismo...
Que soy franca, solidaria, que soy leal y confiable,
que cuando envainé mi sable, aposté a lo humanitario...
Sin autocompasión malsana, fui piadosa ante mi pena.
Me levanté mi condena, como la que amando se ama.
Aprecié que pese a todo, pese al error y al acierto,
siempre elegí estar despierta, sin sumergirme en el lodo.
Y mirando mi mirada, me pedí perdón, y quise valorar todo cuanto hice sin reprocharme ya nada.
Dejarme ser.
Porque no es egocentrismo abrir mi esencia y mostrarme.
Vine a ser y eso decido, dispongo abrirme a la vida.
Por todo lo que viví, a partir de este momento, decido y actuó ser sanadora y sanada.
Ya cuento conmigo misma, y siento que...
¡Por fin Creo en mi y me Amo!
Texto original: instagram/espirituiluminado