Cuando una mujer te pregunte algo, no le mientas, pues ella ya sabe la verdad

Todas las mujeres tenemos una capacidad innata de ver más allá de lo evidente, de percibir de manera intuitiva una situación que no encaje dentro de los parámetros normales.


Ilustración de mujer


Algunas mujeres logran desarrollar más que otras ese don, otras no lo aprovechan y se van por lo comprobable. Pero en términos generales, la mayoría de las mujeres sabe más de lo que manifiesta, aunque ni ella misma lo reconozca de manera consciente.


Es por ello que surge el dicho de que “cuando una mujer te pregunte algo, no le mientas, pues ella ya sabe la verdad”… Así somos, cuando presentimos una situación, generalmente ya sabemos la verdad y el no actuar, el no tomar medidas, tiene siempre una justificación, la cual puede ser tan práctica como que no nos conviene develar una realidad o tan romántica como que no queremos que nuestras sospechas nos conduzcan a una verdad dolorosa, que termine por alejarnos de quienes queremos.


El camino de la honestidad puede generar sufrimiento, pero por un trayecto corto, el camino de mentiras puede llevarnos por bellos y prolongados paisajes, pero que en el fondo sabemos que están sobrepuestos sobre otra realidad, no son más que escenarios prefabricados, que tarde o temprano terminarán por agotarse, generando mucho más dolor.


Si la verdad se ha asomado por las rendijas del escenario, evaluemos la conveniencia de guardarnos la información, de reservar para nosotros lo que ya sabemos, de fingir que no estamos al tanto de nada. Esto puede ser útil para comprobar sospechas, para ganar tiempo, para establecer estrategias, para procesar un duelo e inclusive en las más calculadoras para planear venganzas.


Sea cual sea el caso, decidimos por la opción que mayor paz nos ofrezca, dejemos el ego a un lado y la necesidad de ganar, considerando que muchas veces una pérdida puede ser la mayor ganancia. Muchas veces no sirve de nada tener una verdad dolorosa en nuestras manos y no utilizarla, es como cuando tenemos una brasa ardiendo, si no la soltamos, nos haremos mucho daño.


Nada debe robarnos la tranquilidad, nuestro bienestar y nuestro derecho a sentirnos cómodas en cualquier lugar o situación. Si tenemos la capacidad de intuir, de descifrar enigmas, de detectar engaños, mentiras o cualquier acto que de alguna manera nos amenace, démosle buen uso y el mejor de ellos es preservarnos y protegernos.

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