Tu alma encuentra la sanación cuando te decepcionas de alguien

La decepción siempre viene de la mano con la idea de que pensabas que una persona era de una manera y resultó siendo de otra.


sanar


Muchas veces pensamos en altas expectativas y tenemos la ilusión de que una relación seria tan bella que apostamos en ella, pero resulta que no siempre es así. A veces nos demuestra una faceta o una personalidad que no es real y cuando conocemos la verdadera llega la decepción.

 

Ponemos toda la atención en esa persona, nos encanta su forma de ser, como nos trata, como se vé físicamente, la vemos muy perfecta. En el fondo nos asusta un poco pero nos animamos más cuando pensamos que ni siquiera nosotros somos perfectos.

 

Cuando conocemos la realidad, nos golpe y nos sacude tan fuerte que pensamos jamás volvernos a enamorar y pasamos a desconfiar de las personas.

 

Nos enfadamos con nosotros mismo por ser tan ciegos y no poder ver más allá de nuestra ilusion. Cuando llega la desilusión nos atrevemos a jurar ya no mas enamorarnos, no esperar nada mas de nadie...


Es ahí cuando si eres de las personas que les gusta crecer, aprende de cada una de sus derrotas, y crece como persona. Estudia las personalidades, los hechos y las consecuencias de porque ha sucedido lo que ha sucedido.

 

“Siempre hay fracasos, desilusiones y pérdidas. El secreto es aprender de ellos”. Michael J. Fox

 

La mejor manera de afrontar la desilusión es la aceptación de lo que ya no puede ser y tener por seguro que si la relación no prosperó, no tenía sentido prolongarla.

 

Es tiempo de aprender... se requiere el periodo de duelo, aceptación y dejar ir...


¿Cuál es la realidad? Que la persona por la que apostamos para vivir una linda historia, no era quien creímos que era. Y cuando nos damos cuenta… el mundo no se acaba, por el contrario, nos libera.

 

Se suele echar la culpa al que “nos hizo daño” pero no siempre nos hacen daño sino que, a veces, nuestra propia ceguera es la que nos hace daño.

 

Una vez que tenemos clara la situación y la aceptamos, es hora de sanar. Pues no pasó nada más que lo que tenía que pasar; no lo viste porque no lo quisiste ver; no hiciste nada tan grave; te equivocaste tanto como se equivocó el otro; no supieron hablar a tiempo.


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Después de todo esto, te das cuenta que ya no eres la misma ingenua, haz madurado, piensas las cosas con más calma, mas razonablemente.  Y llega un momento en que ese pensamiento te llega y te afirma, "Hiciste tan bien en no volver donde no te quieren", ya eres libre.

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